viernes, 10 de enero de 2014

Supersticiones inequívocas

Sentado en mi butaca observaba por la ventana el día soleado que animaba a cualquiera, pero yo estaba preocupado. Un gato negro había cruzado delante de mi coche. Al llegar a la facultad un cuadro que colgaba de la pared se cayó cuando pase por delante. Ahí ya empecé a mosquearme. Cuando llegué a secretaría mi buena amiga me saludo y me entregó los 13 dossiers de los trabajos que tenía que corregir del profesor que estaba enfermo. En ese momento ya había perdido el control de mi respiración y sudaba como un condenado a muerte. Iba a pasar algo malo, las señales me lo estaban diciendo. Me dirigí al despacho sin cruzar palabra con nadie. Al entrar en el y tras cerrar la puerta me sentí  a salvo, todo parecía en orden, pero solo en apariencia por que al abrir el armario donde guardaba los futuros exámenes me di cuenta que el candado estaba roto. No faltaba nada. Pensé que al ladrón no le daría tiempo a coger lo que quería o quizás lo que buscaba no estaba allí. Fue entonces cuando me senté en mi butaca marrón y miré por la venta aquel  magnifico día. Acaricie mi barba canosa y suave.  Abrí el procesador de texto del pc y puse mi cara de escritor. Mi respiración volvió a la normalidad, me centre en mi trabajo, eso siempre me ayudaba a serenarme y dejar de pensar en todo lo que pasaba a mi alrededor. Me sentía tranquilo, mis palpitaciones eran lo más relajas que podían ser, volvía a ser yo. Hasta qué un golpetazo me sobresalto. El corazón se me iba a salir por la boca. Al girarme y mirar por la ventana vi a un pájaro que se había estampado contra el cristal y parecía muerto. Ya no tenía ninguna duda de que algo horrible iba a pasar. Miré lastimero aquel pobre animal, no podía hacer nada por él, así que giré la butaca esperando poder volver a pensar en cualquier otra cosa que no fuera en el día tan raro que estaba viviendo. Respire hondo, tome una bocanada de oxígeno siendo muy consciente de llenar mis pulmones estresados y así poder darles sosiego. Apoye la cabeza en el respaldo, peleaba con mis pensamientos porque sólo quería dejar de ver en mi mente ese pobre pájaro. Acaricie de nuevo mi barba, era algo que no sabía sí lo hacía por costumbre, manía o se había convertido en un tic. Estaba consiguiendo serenarme otra vez. Cerré los ojos con fuerza. Tense todos mis músculos para después dejarlos ir y de esa forma sentir la relajación al caer mi cuerpo sobre el butacón de piel. Deje que pasarán los minutos, sólo necesitaba un momento para volver al trabajo.
Cuando mejor me sentía picaron a la puerta, fueron dos golpes fuertes y decididos que descubrían la ansiedad de quien estuviera al otro lado de aquel trozo de madera.

- Adelante!

El director de la facultad entró con prisas y sin vacilaciones, su semblante serio me decía que no venía por algo agradable. Le saludé tendiéndole la mano y esperé a que me hablara. Me miraba fijamente, el director estaba pensando que palabras debía escoger para finalmente decirme….

-Una de tus alumnas ha aparecido muerta!



domingo, 5 de enero de 2014

La sombra premonitoria


LA SOMBRA PREMONITORIA

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. Abrí la puerta de casa. Me importaba una mierda que empezara un nuevo año, desde qué perdí al amor de mi vida todo me daba igual.
Me sentía extraño y me fui a dormir pronto. Percibí un escalofrío y abrí los ojos. No tenía claro si seguía durmiendo, quise levantarme pero no podía mover un solo músculo, ni tan siquiera podía parpadear. Era como si me hubieran cortado el fino cable que conectaba el cerebro a mi cuerpo. Observé la habitación oscura, sentí una presencia, alguien me observaba. Distinguí una sombra en la esquina entre las tinieblas de mi visión, no sabía si seguía soñando. Todo era muy real. Mi respiración era tranquila como si durmiera.  Esa sombra me miraba fijamente.  Tenía la certeza que en cualquier momento iba a hablarme. Note el pijama húmedo, estaba sudando. No conseguía distinguir si la sombra pertenecía a un hombre o a una mujer. Me daba la sensación que la conocía o al menos se me había aparecido alguna que otra vez. Lo notaba por cómo me observaba. La tensión me hizo empezar a respirar con dificultad, retenía el ansia en los pulmones, esperando que aquella aparición se fuera y me dejara dormir.
No era la primera vez que se me aparecían sombras, personajes o familiares. Nunca me decían nada, sólo me asustaba. Desde pequeño lo había vivido como algo más o menos normal. Yo creía que era normal, que les pasaba a todos los niños. Hasta que se lo expliqué a mi abuela y me contó que tenía un don. Al parecer era un don Familiar que  teníamos unos pocos en cada generación. Y en nuestra familia más cercana me toco a mí y a mi bisabuelo.
La sombra se movió, hizo un amago, se acercaba a mí. El miedo me invadió por un segundo ¡Nunca se movían!
Con mucho esfuerzo cerré los ojos. Mi cuerpo seguía sin responder. Me concentré y esperé que al abrir los ojos ya no estuviera y así la paz volvería a dar movilidad a mi cuerpo. Me armé de valor y los abrí. Seguía allí, mirándome fijamente. De repente se movió, vino directamente a mí sin dilaciones. Aguanté la respiración, noté lo cerca que estaba. Mi piel se erizaba al notar su frío aliento en mi cara. El corazón me iba a salir por la boca. Sus labios se movieron y entonces sucedió. Escuche el susurro de su voz que me decía… <<Descarrilará en dos días un tren de largo recorrido, saldrá de la estación central de Tokio. >> Sus palabras resonaron en mi cabeza. Conocía esa sombra...
No sé como ocurrió, pero me había quedado dormido o quizás me desmayé de la ansiedad. Cuando desperté vi entrar los rayos de sol que me daban los buenos días. Pude mover perfectamente el cuerpo. Respiré tranquilamente, el hilo imaginario se había  conectado de nuevo. Recordé despacio cada detalle de lo que había ocurrido aquella noche. La sombra observándome, el no poder moverme, su aliento frío en mi cara, su voz en mi cabeza. ¿Qué iba hacer con aquella información? Menuda manera de empezar el año!
Pensé en todas la posibilidades mientras preparaba café. Cogí el teléfono y me senté en la mesa. Llamé a la estación central de Tokio. Conseguí hablar con la persona al mando de la seguridad ferroviaria. Le anuncié la noticia como una amenaza. Sabía que si le explicaba la verdad no me creería, pero si lo hacía como un terrorista podría tener alguna oportunidad de que me creyera, también llamé a la Policía haciendo exactamente lo mismo.
Pase los dos días angustiado escuchando las noticias y pegado al televisor.
A los dos días exactamente un tren de largo recorrido que salió de la estación central de Tokio, descarriló!
Hubo centenares de heridos y muertos. Estupefacto escuché la noticia. Me sentía rabiosamente culpable. Pasé mucho tiempo en estado de shock. Me torturaba pensando que no hice lo suficiente por evitarlo, aunque tampoco sabía hasta que punto era real y cierto. Durante meses me sentí hundido. Así que cada noche espero una nueva aparición. Vivo obsesionado esperando que la sombra venga a visitarme. Ansío tener la oportunidad de arreglar lo que no supe remediar. ¡Entonces me di cuenta! Recordando una vez más esa voz que retumbaba constantemente en mi cabeza. ¡Lo supe! Aquella sombra era..... ¡Mi mujer!

sábado, 4 de enero de 2014

Despegando!



Despego en esta nueva aventura de escribir lo que me apetezca cuando quiera, a merced de los que me quieran seguir y compartir inquietudes, opiniones, gustos, críticas o lo que les apetezca. 
Aquí plasmare mi opinión de los libros que leo. Sólo será mi forma de dar una visión de mi lectura. También escribiré libremente mis textos, cortos, cuentos o pensamientos . Sois libres de disfrutar de mis pensamientos. ;)